martes, 24 de marzo de 2009

Canción nueva para el papá de un amigo

Conozco esa canción, pero nunca la he escuchado. Es la imagen que sabemos se verá, que todos entienden que se mostrará pero que nadie logra ver cuando por fin se revela.

Los amigos, las caras, las gentes que se topan en nuestro camino, a veces a diario, a veces a veces. Las palabras de aquellos que respiraron nuestro mismo aire, tomaron nuestro mismo ron y pisaron el mismo asfalto. Aquellos que nos enseñaron y de nosotros igual aprendieron. Aquellos que se identificaron con nuestros logros y nos inspiraron con sus proezas.

Son aquellos con los que, hoy, lamento no poder compartir la canción que todos conocíamos pero nunca habíamos escuchado. Son aquellos a quienes, hoy, saludo y les regalo mi palabra, mi pensamiento y la compañía de mi espíritu.

Todo pasa, lo sabemos. Pero todo también queda y también lo sabemos. Pero cuando sucede, nadie sabe qué decir, nadie sabe qué pensar. Esa canción, cuya letra nos aprendimos, es hoy la primera vez que la entonamos para el papá de un amigo.


A la memoria de Henrique Iribarren.

por David Cerqueiro.

jueves, 19 de marzo de 2009

Desayuno incertidumbre

Suena la alarma y son las tres de la tarde. El reloj de pulsera lo confirma: es qué jode tarde para levantarse. Pero me consuela el hecho de que me acosté a las cinco y media de la mañana.

Alguien tocaba la puerta desesperadamente pero nunca me levanté a abrir. Confié en que era la puerta del vecino o un sueño. En los sueños las puertas suenan y cuando uno se levanta, se consigue con el abuelo de uno jugando ajedrez con nuestro mejor amigo de la infancia y al abrir, un león nos mira sospechoso y nos conduce hacia afuera, hacia la playa del pasillo donde tenemos 20 años y todas nuestras ex novias, en tetas, hablan entre ellas. Por lo general no me gusta abrir por ese tipo de cosas.

Voy a hacer té, pero solo me queda manzanilla. Tomo té porque el café me lastimó el estómago años atrás cuando me tomaba cinco tazas al día. Tomaba café porque había dejado de fumar. Fumaba por tratar de tomar menos y tomaba porque sí. El té es una mierda a final de cuentas. Pero admito que la manzanilla me tiene el estómago como el de un niño de diez. Caliento el agua para prepararme una igual.

Ya mi computadora está encendida y conectada a la Internet. Es lo primero que hago al levantarme. Abro mis correos y el chat. La mayoría de la gente que está conectada me importa cero. Cero. Todos tienen sus vidas orbitando alrededor de nada que valga la pena y aunque están siempre ahí, nunca se les ve. Cero.

Jamás desayuno porque siempre me levanto tarde y además nunca me provoca comer recién levantado. Últimamente, cuando mi estómago despierta ya es hora de la merienda o la cena tempranera. Entonces té para amortiguar hasta la cena de verdad, la de las nueve. O manzanilla.

Pues ella siempre esta en el cuarto de edición. Y hoy estará también. Utilizando 30 computadoras a la vez porque esta rendeando un proyecto 3D que es más grande que ella. Aunque dudo que algo sea más que ella en nada. Es hermosa y sus ojos son caramelos de esos que uno se quiere comer la bolsa entera no importa que caigan mal. Y además tiene un culo bellísimo. Siempre la saludo y ella contesta con su sonrisita. Detrás de ella, su compañero de trabajo, silente y prudente. Nunca le ha confesado lo que él siente, pero siempre esta detrás de ella atento. Oigo como ladra ese hijo de puta apenas me acerco. Un día se la quito y ni se va a enterar.

Me quemé con la manzanilla. Mañana trataré de levantarme temprano, ya basta de esta trasnochadera continua. No puede ser saludable. Me muerdo la punta de la lengua. Y mañana, debería preparar algo de desayuno, algo sabroso para comenzar a crear el hábito, pero no sé. Ojala la vea a ella hoy.


por David Cerqueiro R.









sábado, 7 de marzo de 2009

Agua para no ahogarme

Cuando intenté respirar, me di cuenta que estaba debajo del agua. Tan hondo que la luz de la superficie se hacía tenue. Pateaba y movía mis brazos lo más rápido que podía; sabía que nunca había sido un gran nadador pero trataba de llegar a la superficie. Con cada brazada, sentía el oxígeno de mis pulmones disiparse para atender el trabajo de mis músculos.

Pateaba duro. Arañaba el agua cada vez con más rabia. Necesitaba aire. Era urgente. Subía 3 centímetros por año; El tiempo se deformó y se solapaban momentos de mi vida sin sentido. ¡Qué me importa la vida si me estoy ahogando! ¡Necesito aire! La caja torácica convulsionaba. Parecía desgarrarse. Pateaba más, pero seguía oscuro bajo el agua. El tiempo, que finteaba burlón frente a mi conciencia, me provocaba. Pateé y pateé. Creo que no llego.

Abrí los ojos y mi almohada babeada. Las venas de mi cabeza estaban por romperse. Un dolor en la sien como el de una aguja caliente atravesándola. La boca seca. ¡Agh! Me duele el estómago. No vuelvo a tomar esa mierda de Capitán Morgan que ni es jamaiquino, ni es ron, ni es un coño.

El beso que le traté de robar a la Annie. Y bailé Calipso qué bolas. Y la pelea con aquel señor porque no me entendía cuando hablaba. ¡Coño me duele el estómago! Bueno, la Annie entenderá, son cosas que pasan. ¿Por qué tengo esta cortada en la mano? ¿Qué hora es? Ya son casi las cuatro y media de la tarde; más vale que abra la ventana. Pero primero agua, tengo sed.


por David Cerqueiro.