miércoles, 14 de septiembre de 2011

No sé leer

Nunca leí a Cortazar, ni a Vargas Llosa, ni a Cervantes. Tampoco a Sor Juana Inés. Nunca leí a Chaucer, ni a Allan Poe, ni a Hemingway.

Nunca le he prestado atención a Shakespeare, más allá de los gastados estereotipos sobre sus obras, ni tampoco a Tolstoy o al tal Dostoyevsky.

He podido sin embargo ojear, y de la manera más superficial y desordenada, a gente como Bukowski, como Neruda y como Uslar Pietri. He mediocremente repasado a Rómulo Gallegos y curioseado a otros tantos autores geniales como todos ellos.

Sin embargo le he prestado genuina atención a mis pocos amigos, y me he sumergido en los relatos de mis novias; me he fundido con la charla moral de mis familiares y he sopesado hasta el más absurdo de los comentarios de cualquier desconocido. He respirado sin dar por sentado el aire que me infla, y he caminado sin despreciar los pasos olvidados. He cerrado los ojos sin esperar volver a abrirlos, y me he emborrachado sin motivo. De verdad, lo he hecho.

También he besado mujeres como si me fuese a la guerra, y me he peleado por la mayor de las tonterías. He mentido sin escrúpulos y me he confesado sin que me amenazaran de castigo. He olvidado lo que siempre he vivido, y he recordado lo que siempre soñé. He llegado a conmoverme al ver la brisa y me he entretenido viendo basura en la televisión.

He sentido la debilidad de quien le teme a la incertidumbre, y me he intoxicado con la certeza ciega de lo que he creído. He gritado, ofendido y halagado y he comido más de lo debido. Y con la panza llena y adolorida, me he servido un pedazo de torta.

Lamento no poder haber leído como me dicen que he debido; pero es que he estado ocupado viendo con mis propios ojos y escuchando con mis propios oídos.

Y sobre eso, ahora escribo.


por David Cerqueiro R.