domingo, 27 de noviembre de 2011

Quemado


El papel, como la luz, es blanco porque todo lo contiene.

Las letras que con él se acuestan, lo fragmentan y lo interrumpen para cambiarlo para siempre. Y las palabras que inevitablemente arrumba con el tiempo, lo manchan de caminos chuecos a lugares que existen en otra parte.

Al papel blanco nadie lo soporta porque, como con la luz, tanta verdad encandila. Por eso lo marcan y lo hieren, con tinta indeleble o con teclas cobardes que ni lo rozan, para difuminar la atorrancia de su bestial franqueza. 

También es, como la luz, más rápido que nada. Si tratan de alcanzarlo verán que cuando van, él ya vino calladito para verlos partir. Y el papel no se acumula, como la luz también. Solo redunda sobre sí mismo porque su blanco ya blanco es.

Por eso hay que tener cojones para mirar de frente al papel y, aun sabiendo perfectamente que no tenemos la razón, cercenarlo para siempre con un texto. 

Así como hay que tenerlos para abrir los ojos frente al sol y dejar que nos queme las retinas.


por David Cerqueiro R.

Publicado en el diario El Universal el 5 de Diciembre de 2011: http://www.eluniversal.com/opinion/111205/quemado