martes, 31 de julio de 2012

Latinoamérica cero

Para entender a Latinoamérica hay que tener el valor de olvidarse de uno mismo. 

Sus brillantes cerebros se pierden en la hormigueante multitud de sus ciudades, mientras resignados conversan sin camisa las verdades más difíciles. Así el agua negra de las cloacas les llegue a los tobillos, o al cruzar la esquina los roben violentamente. 

En Latinoamérica nada funciona como se supone que deba. Y ese es su gran secreto. 

Nadie parece comprenderla y todos la subestiman por su raída apariencia, por sus hondas contradicciones y por su retraso tecnológico. Así su franca nobleza insista en aparecerse de golpe en medio del caos, o a pesar de su incesante esperanza romántica en lo intangible trascendente, en medio del tráfico maldito, la pobreza y la gula del consumismo. 

En Latinoamérica nada parece importar, porque todo ocurre en el instante. Lo que vendrá y lo que ya fue es irrelevante para el pululante mestizaje alebrestado y agradecido de vivir el momento. El único tiempo que verdaderamente consta. 

Latinoamérica es incómoda, inconveniente, tosca, resuelta apenas. Su breve pero vertiginosa historia así la obligó. Y es de ella que brota su carácter atravesado y seductor, y sobre ella que se apoya su raro espíritu. Salir a la calle sin conocer su historia, es como amar a una de sus mujeres sin quitarle la ropa. 

Es en Latinoamérica donde aprendí a vivir y donde el afincado roce de las circunstancias me moldeó la perspectiva de las cosas de manera irreversible. Es allá, y solo cuando tengo el ánimo dispuesto al arrojo, donde puedo demoler toda creencia, toda conclusión y toda teoría. Solo allá, y en ninguna otra parte más, es donde puedo decirme adiós a mí mismo para pertenecer a algo mayor y, con algo de suerte, igualar a cero. 



por David Cerqueiro R.

miércoles, 18 de julio de 2012

La gran fiesta

Cuando recibas la invitación a la gran fiesta, y no importa qué ocurra, asiste.

Con tu mejor traje y la mayor elegancia posible, asiste al evento donde todos te conocen pero tú no reconocerás a nadie. Donde hablarán mal de ti apenas te voltees confiado, después de haberte presentado cordialmente. Donde las miradas invasivas, las sonrisas diabólicas y la constante ironía te envolverán confuso.

Donde te harán sentir como un pobre mendigo de sobras, así tengas tu invitación en la mano, y donde harán lo posible por verte tropezar frente a todos, humillándote torpe ante su cínico desdén.

Asiste. No importa qué ocurra.

Y asegúrate de conocerlos a todos cara a cara, de estrechar sus manos con firmeza, de degustar quesos y vinos con ellos y de caer en todas su burlas y trampas.

Cuando la música más ridícula suene, baila con todas tus ganas en el centro de todos y festeja con toda libertad. Festeja, ríe, bebe, baila y consúmete en el hedonismo de la noche.

Porque es allí donde te pondrán a prueba y en dónde a cada demonio le toca ser expulsado para siempre. Cuando lo hagas, y el ruido y la confusión acaben de súbito, te darás cuenta finalmente que aquella fiesta fastuosa siempre había sido tuya.



por David Cerqueiro R.