La mente es como una red de pescador: consta de un sinfín de puntos interconectados que juntos constituyen una estructura cuyo contenido es la conciencia. En esta estructura reposan las ideas, los criterios, las costumbres, las tradiciones, los valores, la experiencia, la memoria, entre otros. Es decir, la pesca del día.
Hay redes de todos los tamaños y no todas pescan lo mismo. Hay redes inmensas que requieren de varios botes para extenderlas y cargan toneladas de peces. Estas son las que mueven el mundo y las que con una gran magnitud generan cambios.
Hay otras más modestas, que se dedican a pescar solo ciertas categorías de peces en pocas cantidades, pero surten a sus familias de lo necesario sin falta. Estas son las redes trabajadoras, la base productiva de la sociedad. Las que por lo general nunca se rompen.
Existen muchos tipos de redes, de muchas formas y para distintos fines. Cada quien utiliza la red que le toca como puede y como quiere. Sobre todo como quiere.
Hay redes que se se les abren huecos de tanto mal usarlas. Y a pesar de que todavía algo pescan, no son tan efectivas como antes. Estas redes resultan del abuso de los pescadores, quienes intoxicados de intensas distracciones a veces descuidan la integridad de sus redes. Hay otras que se enredan entre si mismas, y a pesar de querer pescar, no pueden. Estas redes a veces vienen así de fábrica, o a veces se enredan en el camino sin explicación alguna. El caso es que, una vez enredadas, nada las desenreda. Los pescadores dueños de estas, pasan a depender de la solidaridad de los otros pescadores para sobrevivir, quienes con algo de lástima los socorren de por vida.
También hay redes que solo pescan basura y desperdicios del mar. De estas los pescadores siempre se quejan, sin a veces darse cuenta que depende exclusivamente de ellos cambiar de aguas.
Hay unas redes excepcionales que, aunque aparentemente salen a pescar al igual que las demás, siempre regresan con las más ricas cargas de peces, a veces cientos de ellos exóticos y sorprendentes que por si solos valen fortunas. Estas redes parecen ser un misterio para los demás y de sus pescadores solo se sabe que se la pasan silbando con un gesto extraño en el rostro, como el que hace alguien que sabe algo que los demás no.
Hay redes que se pierden en el fondo del mar y nunca más se rescatan; también hay redes que se multiplican para pescar más peces y poco a poco se van tejiendo a ellas mismas con paciencia y trabajo. Hay otros que, aunque tienen unas redes inmensas, cómodamente prefieren pescar solamente con una porción de estas.
Cada día aparecen nuevos tipos de redes para miles de usos nuevos. O al menos eso parece. Porque muchas veces los pescadores más viejos reconocen en algunas de ellas, redes antiguas.
Sin embargo, existen algunos extraños pescadores, bastante raros, que siempre están observando sus redes desde bajo el agua e independientemente de que estas estén llenas o vacías, rotas o enredadas, hundidas o descuidadas, siempre prefieren sumergirse hasta el fondo del océano, donde los peces nadan con libertad y donde a nadie le importa, en lo más mínimo, hablar de redes de pesca.
por David Cerqueiro R.
Publicado en el diario El Universal el día 9 de octubre de 2010: http://opinion.eluniversal.com/2010/10/09/opi_art_enredo_09A4580773.shtml
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