domingo, 26 de diciembre de 2010

Cuando los ciegos corren

Cuando los ciegos corren cada zancada es un salto suicida a una piscina vacía, a una laguna helada. El viento nunca va en su contra ni les revuelve el pelo, porque ni el silbido implacable del invisible puede con tanta velocidad.

Cuando los ciegos corren, se oyen los bastones rebotar contra el suelo y las voces de los incrédulos videntes gritándoles sobre miedo. Pero estos no saben que cuando un ciego arranca a correr, no hay pavor ajeno ni eco distante que lo frene.

Una vez vi a un ciego correr tan rápido, que a veces parecía que volaba brevemente al ras del suelo. Y cuando me pasó por al lado, me miró con cara de encandilado como invitándome a correr con él. Nunca había visto yo un gesto de tan temerario gozo como el de aquel ciego.

Es muy fácil sentir pena cuando se corre con los ciegos porque, aparte de que son rapidísimos y muy hábiles, poseen un sentido del humor bastante ácido. Pero al poco tiempo uno se va dando cuenta que para ser como ellos, basta con cerrar los ojos y seguir corriendo.

por David Cerqueiro R.


Publicado en el diario El Universal el día 2 de enero de 2011: http://opinion.eluniversal.com/2011/01/02/opi_art_cuando-los-ciegos-co_01A4911015.shtml