sábado, 18 de abril de 2009

A mis espaldas

A mis espaldas siempre ocurre ese universo donde yo no tengo ni voz ni acción. Es detrás de mí, cuando me volteo confiado y abandono la conversación, donde se conjugan infinitas posibilidades sobre un mundo que por más que lo intente nunca podré presenciar.

Al verla directo a sus ojos ella sonríe, finge que no me mira y me repite políticamente lo que se enseñó a sentir por mí. Pero sé que al dejarla, al momento preciso en que le doy mi espalda, ella adquiere ese bíblico poder de hacer lo que ella quiera sin que yo pueda siquiera sospechar de qué se trata. En ese reservado espacio, donde yo tengo la entrada prohibida, es donde se genera la semilla que fecunda mis paranoias y alimenta mis supuestos más oscuros.

La dejo ir. Camino hacia mi lugar y voy amasando la arena del castillo derrumbado que fue el encuentro con ella. Pero tiene demasiada agua. Me cuestiono y sopeso cada posibilidad con cada uno de los hechos: Lo que vi, lo que ella vio, lo que ella creyó que yo había dicho y lo que yo creo que ella quiso insinuar cuando cruzó las piernas de esa manera, mientras yo escarbaba en mi trago que hacía ya buen rato se había acabado.

Sé que también disfruto de ese espacio privado, donde puedo maniobrar y maquinar sin que ella participe. Poseo sus mismos poderes y las mismas herramientas de tortura, pero inevitablemente solo puedo pensar en ella. En toda ella.

Si yo pudiese acceder a ese momento donde hablan de mí, donde deportivamente comentan sobre mí sin mesura alguna, donde ella es sincera consigo misma y automáticamente cruel conmigo, si pudiese, juro que no vería otra cosa, ni me enfocara en absolutamente nada más, que en el momento preciso para darles la espalda e ir a comprarme otro trago. Y tal vez otro para ella.


por David Cerqueiro

No hay comentarios.:

Publicar un comentario