domingo, 9 de octubre de 2011

Lo que queda

Lo de Martín siempre fue comer algodón de azúcar con la barba larga, buscar pelea a gente armada y ganar concursos de aguantar la respiración borracho. No rodar en el auto de Sofía toda la noche, escuchando canciones de los Smashing Pumpkins y esperando encontrar algo que hacer en una ciudad fantasma. 

Un día Martín vio en el periódico un anuncio que decía: “Se solicitan masajistas con experiencia, discretas y con buena presencia”. Fue la primera vez, a sus tardes 35 años, que descubrió que esas masajistas no eran tales. Se sintió un poco estúpido por su ingenuidad, pero a Sofía eso le parecía lindo. 

El problema con Sofía era su constante optimismo. Su eterna sonrisa y su siempre impecable rostro. Era tan agradable con todo el mundo que a Martín a veces le provocaba herirla. Con un gesto, con un comentario, con lo que fuera. Solo para verla cambiar. Pero al final, siempre terminaba derrotado, precisamente por el carisma invencible de Sofía. A ella, en cambio, le cansaba un poco que Martín siempre insistía en preguntar cosas que ya él sabía. Pero igual siempre se las respondía con un paciente besito. 

Como de costumbre, después de varias vueltas a la autopista que cruzaba la ciudad, y de media caja de cigarrillos, Sofía se ponía nostálgica a hablar de sus recuerdos de infancia: de cómo celebró sus nueve años en la casa de la playa de su abuela difunta, del ponqué de piña que ella horneaba y de cómo su papá siempre llegaba tarde a las fiestas familiares. Y comenzaba Sofía con la tocadera con Martín. A él esta parte era la que más le gustaba, pues él también era medio nostálgico. 

Mañana era lunes y ambos trabajaban: ella de asistente de un gerente de una empresa de insumos para plomería. Él de profesor de inglés. La vida nocturna de la ciudad no existía hacía años y ellos lo sabían. Los recuerdos de tiempos mejores hacía rato que empezaban a repetirse en la conversaciones. Pasaban los años y cada vez había menos que contar y los Smashing Pumpkins tampoco sacaban ya canciones nuevas. 

Un día, Sofía leyó en el periódico sobre la muerte de un querido amigo de ambos, que hacía años se había ido al este de Europa a trabajar como agente de modelos. Había sido atacado en un callejón de Praga y muerto de nueve tiros en el pecho. Fue entonces cuando Sofía descubrió, a sus tardes 32 años, que su amigo en realidad no era agente de modelos. A Martín no le sorprendió la noticia, pero le conmovía un poco la reacción de Sofía. 

El auto de Sofía rodaba por la autopista nocturna nuevamente y Martín asomaba la cara por la ventana, jugando a inflarse la boca con el viento que le golpeaba la cara. Los Smashing Pumpkins sonaban por las cornetas de adelante, porque las de atrás hacía tiempo se habían dañado, y Sofía fumaba. Todo estaba muerto, nadie estaba en ninguna parte. La ciudad permanecía igual de neutra. 

Pero esto no les preocupaba, ya que ambos sabían que a pesar de todo, siempre les quedaría la nostalgia. 



por David Cerqueiro R. 


Publicado por el diario El Universal el día 17 de octubre de 2011: http://www.eluniversal.com/opinion/111017/lo-que-queda

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