sábado, 7 de marzo de 2009

Agua para no ahogarme

Cuando intenté respirar, me di cuenta que estaba debajo del agua. Tan hondo que la luz de la superficie se hacía tenue. Pateaba y movía mis brazos lo más rápido que podía; sabía que nunca había sido un gran nadador pero trataba de llegar a la superficie. Con cada brazada, sentía el oxígeno de mis pulmones disiparse para atender el trabajo de mis músculos.

Pateaba duro. Arañaba el agua cada vez con más rabia. Necesitaba aire. Era urgente. Subía 3 centímetros por año; El tiempo se deformó y se solapaban momentos de mi vida sin sentido. ¡Qué me importa la vida si me estoy ahogando! ¡Necesito aire! La caja torácica convulsionaba. Parecía desgarrarse. Pateaba más, pero seguía oscuro bajo el agua. El tiempo, que finteaba burlón frente a mi conciencia, me provocaba. Pateé y pateé. Creo que no llego.

Abrí los ojos y mi almohada babeada. Las venas de mi cabeza estaban por romperse. Un dolor en la sien como el de una aguja caliente atravesándola. La boca seca. ¡Agh! Me duele el estómago. No vuelvo a tomar esa mierda de Capitán Morgan que ni es jamaiquino, ni es ron, ni es un coño.

El beso que le traté de robar a la Annie. Y bailé Calipso qué bolas. Y la pelea con aquel señor porque no me entendía cuando hablaba. ¡Coño me duele el estómago! Bueno, la Annie entenderá, son cosas que pasan. ¿Por qué tengo esta cortada en la mano? ¿Qué hora es? Ya son casi las cuatro y media de la tarde; más vale que abra la ventana. Pero primero agua, tengo sed.


por David Cerqueiro.

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