jueves, 9 de septiembre de 2010

Héroes

Lo más intimidante de Ramón era que hacía rato que había cumplido los 12 años y parecía no importarle. Podía entrar al cine a ver películas censura “B” cuando quisiera, pues era su derecho como persona que ya había alcanzado la edad requerida. Es decir, pertenecía a la glamorosa élite de los adultos a la cual yo ni soñaba siquiera acercarme.

Ramón era capaz de englobar en una sola frase todo lo que estaba prohibido por los íconos más sagrados de la autoridad de mi familia, como mi abuela y mi papá. A veces yo fantaseaba con organizar un debate entre mis familiares y el bárbaro de Ramón, a ver quién tenía la razón al final, porque de cualquier manera implicaba esto presenciar la caída de un coloso.

Durante los juegos de futbolito en el patio del edificio, Ramón, que esperaba su turno para jugar desde la banca improvisada, se dedicaba a atormentar niños pequeños con frases como “tráeme a tu papá para reventarlo a golpes”, las cuales bastaban para que más de un niño recogiera sus cosas y se escondiera amedrentado y confundido en su habitación. Ramón era un artista del abuso, un mago de la provocación, era el más temido y el más respetado de todo lo que yo conocía. En aquel entonces, solo bastaba pronunciar una palabra para que todo mundo entendiera el lugar que le correspondía y el orden natural de las cosas: Ramón. Era el héroe de todos.

Una vez vimos como se entró a golpes con un mecánico del pueblo, un tipo que tenía como 17 años y había abandonado la escuela; que podía fumarse un cigarro entero sin quitárselo de la boca y siempre cargaba un viejo suéter sin mangas lleno de grasa. Pues a ese idiota, Ramón casi lo mata. Nunca olvidaré la vez que lo vi en la panadería comiendo solo, cabizbajo y con un suéter nuevo.

Veinte años después, todos los de aquella época habían hecho su camino y se habían alejado del patio del edificio. Muchos estudiaron, se casaron y tienen familia. Otros se hicieron famosos por alguna razón y otros, de tan lejos que estaban probando fortuna, no se sabía nada. De Ramón escuché, que lo habían matado porqué trató de robar una casa de cambio, con otros dos tipos que trabajaban con él en un matadero de reses en el interior del país; que dejó dos hijas de madres diferentes y que últimamente andaba muy nostálgico hablando de nosotros, los que lo conocimos de niño.

Desde entonces, dejé de creer en héroes.


por David Cerqueiro R.

Publicado en el diario El Universal el día 13 de septiembre de 2010: http://opinion.eluniversal.com/2010/09/13/opi_art_heroes_13A4451891.shtml

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