lunes, 14 de mayo de 2012

La ceniza sobre el níspero

Aunque el reporte de la policía indicaba que la tragedia se debió a un accidente con una bombona de gas, todo el pueblo sabía que Candelario Carbonel se había prendido en fuego, como por arte de magia, después de rezar un rosario completo de solamente padres nuestros. 

Algunos incluso aseguran que lo de Candelario fue una manifestación de su propia santidad. Pero los que reniegan de esta versión, dicen que nada que sea santo echa tanto humo y llamarada. Más bien, estos le atribuían al calcinado Candelario un oscuro arreglo con el demonio mismo. 

El majestuoso incendio de aquella noche era recordado en el pueblo como un gran misterio, que crecía cada vez más en los cuentos de los viejos en las noches de velas y sereno. Misterio por el cual a Candelario Carbonel, a pesar de las advertencias histéricas del párroco, ya algunos hasta le rezaban. 

Sin embargo, lo que sí se sabía cierto era que Candelario hacía tiempo que algo extraño le ocurría. Desde sus compañeros de sacristía, sus alumnos de la escuela de pintura, los mendigos de la licorería, hasta su propia madre concuerdan en que algo muy raro le pasaba al honorable Candelario. Algo que no era natural. 

No fue sino hasta cincuenta años después que Clarita, ya senil y burlada por la memoria, se confesó casual sobre su lujosa mecedora y contó con mucho detalle cómo Candelario Carbonel había sido su amante secreto. 

Bajo el único árbol de níspero de aquel pueblo, que siempre daba nísperos dulces y nunca ácidos, Candelario había confesado su amor a la hermosa Clarita a quien conocía desde siempre. Y a pesar de que ya todo estaba listo para la boda de ella con el gran coronel Voleur, un distinguido oficial francés que estaba de paso por el país, Clarita le entregó a Candelario, en un nervioso puño cerrado, las pantys que ese día vestía. 

Candelario, que era muy respetado por todos por su intachable moral, su muy decente abolengo familiar y su ejemplar labor social con la iglesia, no supo sino esconder su tórrida aventura con Clarita, la cual lo condujo la calurosa noche anterior al tan anunciado casamiento, a perder la conciencia borracho con un botellón de aguardiente, unas pantys en la mano y un imprudente tabaco encendido entre los labios. 



Por David Cerqueiro

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