miércoles, 20 de marzo de 2013

Perros y llamas

Sobre una colina suiza, en un corral de palo y alambre, estaban juntos perros y llamas.

Los perros eran igual de lanudos que las llamas y todos compartían una extraña uniformidad ocre que los hacía familia. El perro más feroz ladraba afónico hacia el abismo, solo y adelante, como discutiéndole algo al vacío. La niebla, que los envolvía suavemente, flotaba sobre la luz dorada del atardecer que parecía bordar con fuego las lanas de aquel grupo casi mitológico.

Mientras la gente del bus conversaba o navegaba dentro de sus teléfonos, aquella escena perfecta fue desapareciendo a medida que terminábamos la curva. La cálida luz se interrumpió por la sombra natural del otro lado de la colina y por su frío repentino.

Y se acabaron así los ladridos. Y de las llamas, su elegante indiferencia.


por David Cerqueiro R. 

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