sábado, 8 de junio de 2013

El parque desquiciado

Hay un parque donde se reúnen los locos, los vagabundos, los drogadictos y los perdidos. Pasan los días ahí, tranquilos, sentados en unas sillas plegables regaladas por el estado que les dan una cínica aura veraniega.

A los locos cada vez se les siente más civilizados, amansados por la generosidad de la ciudad que les cedió una parte del parque como su territorio. La gente del vecindario, acostumbrada a la presencia de estos descarriados, ya ni voltea a verlos. Los han asumido como parte de la ciudad. Los niños ya no les tienen miedo, a pesar de sus sucios atuendos de trapos improvisados, cadenas y sombreros rotos. Tampoco a la policía se le ve ya mucho por el parque. 

La locura se ha ido diluyendo entre la poblada y suave grama, el trinar de los pajaritos y el amplio espacio propio. Las miradas de los locos se notan tranquilas, aunque un poco apagadas, y sus movimientos nerviosos han ido transformándose poco a poco en un relajado y suave caminar.

Hasta que un día caluroso alguien, no se sabe exactamente quién ni por qué, les regaló a los locos un viejo frisbee, y del mismo modo al parque, la gloria de su antiguo desquicio.


por David Cerqueiro R.

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