jueves, 26 de diciembre de 2013

El laberinto de los monos

En un laberinto deambulan miles de monos. Y al codo de cada esquina aparece de golpe su intriga burlona; su brinco nervioso. Sin razón alguna. 

Los monos, que fácilmente superan las paredes del laberinto trepándolas, eligen extrañamente permanecer dentro de sus pasillos confusos; hacinados unos sobre otros en un enjambre de colas, chillidos y pedazos de fruta.

Escapar, por fácil que parezca, no les interesa. 

Cuando uno entra al laberinto, los monos notan enseguida nuestra presencia. Aunque no se inmutan, es evidente que reconocen que uno, ahora, es cómplice de su tonto enredo. 

Y es a raíz de este peculiar intercambio entre nosotros, que algunos de ellos, disimuladamente, comienzan a andar erguidos. Y uno mismo, casi queriendo, a extraviarse entre su confusa cobardía. 

por David Cerqueiro R.

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