lunes, 10 de mayo de 2010

Mil heridas

Nena, cuando te hago llorar no eres tú la que llora, soy yo el que solloza a través de ti. Porque cada palabra mía que provoca tu llanto, es otra vieja espina más que tú logras sacarme. Porque es en tus lágrimas que veo cuán sucias son mis heridas, y es con tus lágrimas también que las limpio. Y todo gracias a ti.

Y, aunque por tu marea terca de querer entenderme, es que tus ojos ya casi oxidan, no descanses mi nena querida, ni te me seques de repente; que es tu dulce paciencia la mejor prueba de que por cada beso tuyo, valen la pena mil heridas de las mías.


por David Cerqueiro

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