lunes, 27 de mayo de 2013

Esto no es café

Hago café pero no huele a nada. Le echo más café que agua a la cafetera, que cuela y borbota generosa, pero no huele a nada. No se impregna el aire de ese aroma especial que regala el gran café.

Hago y hago más. Me tomo dos, tres, cinco tazas. Oscuras, cargadas del mejor café que por aquí se consigue. Meto la cara en el empaque del café gourmet, etíope, garantizado como el más puro. Me da taquicardia, pues estoy tomando ya demasiado. Pero sin embargo, no huele a café.

Pareciera que hubiesen preparado más bien un triste té o alguna infusión medicinal de esas de vieja. Pero jamás café, porque no huele.

¿De qué sirve colar y tomar si el preámbulo sagrado del aroma, que es el que invita, el que promete que por ahí viene el momento de disfrutar un buen café, no está? Es como una mujer que se entrega pero no sonríe, que satisface pero a los pocos días es olvidada. Es como pelear sin rabia. Como cantar cansado. Como botar una planta que acabamos de regar. Una aberración de la sensatez.

Como esto que me vendieron. Que no sé que será, pero café no es.


por David Cerqueiro

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