viernes, 1 de abril de 2011

Iluminado

Justo cuando creían que ya había alcanzado la iluminación, fue cuando entró a la habitación donde todos estaban, portando un aura distinta con un rostro absolutamente nuevo.

Se sentó en el brazo de unos de los sillones y miró a todos como por primera vez. Algunos aguantaban a duras penas la risa, aunque no por respeto o educación, sino para alargar aún más lo que sabían sería otra divertida escena de delirio de santidad.

Abrió la boca como para pronunciar algo, pero pausó para respirar un poco. Los ojos le brillaban de una forma extraña. Alguien tuvo la osadía de preguntarle de manera jocosa: - ¿Está la música muy alta? Si te molesta le podemos bajar.-

A lo que él respondió con una serenidad arrolladora: - La música y el silencio son en realidad lo mismo. Somos nosotros quienes escogemos cuál es cual.- Terminó aleccionador.-

Más risas se escondían detrás de los hombros de otros más hábiles para disfrazar la burla y uno de ellos se levantó y le dijo: - De seguro habrá alguna música que te desagradará. Como a todo el mundo…-

Con la gentileza con la que se enseña a un niño a levantarse después de sus primeros tropiezos, replicó: - Toda la música es igual, es solo cuestión de dejar de escucharla y convertirse en ella.-

El único en aquella sala que no entendía el chiste era él, pues era el único que no podía verlo desde afuera. Y lo pusieron a prueba: - ¿Te gusta esta música que suena por ejemplo?-

- Por supuesto.- replicó él. Sin titubear y con una ligera sonrisa en el rostro. La música paró y le tocaron otra muy distinta, de ritmos extraños y abstractos. Algo de rasgos tribales africanos, deforme y sin melodía. Esperaron su respuesta hasta que por fin dijo él: - Diversa y fascinante como la expresión de la naturaleza.

Otro disco comenzó a girar y una atorrante música latina, del estilo más burdo y básico comenzó a percutir sus oídos. Todos arrugaban la cara en desagrado y él agregó ameno: - Oigo la vida pura, la espontaneidad y la energía de la alegría.

Todos comenzaban a levantar la ceja y ya nadie reía tanto. Comenzaban a creer que cada sonido podría ser absorbido por él, sin frenos, sin cuestión, sin juicio.

Repentinamente, una melodía familiar comenzó a sonar. Era uno de los temas del primer disco de Lady Gaga. El ambiente se relajó y todos decidieron dejarlo a él en paz por un rato y volver a sus tertulias y tragos. Si era verdad, o no, que había aprendido a desapegarse del juicio y a percibir directamente, era después de todo, asunto suyo.

Con una palmada amigable en la espalda lo despidieron de su inquisidora broma mientras le entregaban un trago de ron con limón. Él se levantó sereno, se acercó al stereo y presionó el botón de stop. Todos volvieron automáticamente la mirada hacia él, quien recalcó con su característica serenidad: .- Yo estaré iluminado pero no soy sordo. .- Mientras arrojaba el disco por la ventana de la cocina que daba hacia aquella sala de incrédulos con mal gusto.


por David Cerqueiro


Publicado en el diario El Universal el 04 de abril de 2011: http://calidaddevida.eluniversal.com/2011/04/04/iluminado.shtml

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