lunes, 18 de abril de 2011

Los nuevos tiempos

Ella siempre sonreía. Tanto, que daba náuseas después de un rato. Después de la grasienta cena de platillos de carnes rojas, alcohol barato y azúcar refinada en salsas, postres y gaseosas, era momento de compartir un rato mientras se hacía la, casi imposible, digestión.

.-“?Quieren ver las fotos de la boda de Bernardita?”.- Preguntó ella animada, mientras se apoyaba de los brazos de su poltrona Luis XV como para levantarse. La ronca y seca voz de su recién estrenada nuera de 27 años fue tajante cuando la increpó diciendo: -“Nos las puedes enviar por e-mail. Así las vemos con calma en la casa”.- El espeso silencio entre todos en aquella salita reaparecía.

Esquivando la incomodidad de aquella forzada reunión amena, insistió ella: -“Bueno, parece que el cafecito va a estar listo ya. ¿Quién va a querer un poquito?”.- Su fiel esposo desde hace 35 años, Cirilo, levantó la mano tímido mientras veía de reojo a sus jóvenes invitados. Y la nuera remató nuevamente: -“Gracias, pero mejor no. La cafeína es altamente tóxica para el organismo. Además es un poco tarde para eso”.-

Ella caminó hasta la cocina como si no hubiese escuchado nada y vertió las mismas dos tazas de siempre de la vieja vajilla de seis. Cirilo, disfrutaba un merengue caraqueño en el plato de su picó y comentó espontáneo:- “Cuando yo era niño, en la Plaza Bolívar se armaban unas tómbolas buenísimas con esta música”.- En ese instante el agotado disco de vinilo comenzó a saltar y a interrumpir la música que emitía. Cirilo, apresurado acudió a arreglarlo mientras su nuera comentaba mientras revisaba su dispositivo móvil: .-“Eso es lo bueno de estos reproductores digitales. Nunca fallan”.- Cirilo soplaba la vieja aguja de su tocadiscos y los miraba un poco apenado y con disimulo por encima de su hombro.

Volvió ella de la cocina con una adorable bandejita de pastas secas en un platico de porcelana y algunos polvorones en otro. Mientras los colocaba entre los adornitos de la mesita del centro de aquel estar exclamó: -“Vamos muchachos, alégrense el paladar con estas delicias. Los hace el panadero de la esquina de abajo”.- El hijo alargaba la mano para tomar uno de los gordos polvorones mientras su esposa comentaba de nuevo: -“Uy suegra imagínese, me como uno de estos y me convierto en una vaca en dos días”.- Y sonreía plásticamente mientras empujaba el platico de porcelana lejos de ella.

.-“Bueno, ya es tarde y mañana hay trabajo. Ha sido una velada adorable”.- Sentenció autocráticamente la nuera. Su esposo aún tenía medio polvorón en la boca y su suegra aún revolvía el azúcar blanco en su taza de café negro aguado. Todos pausaron por un segundo y ella replicó ingenuamente:- “Pero si apenas son las ocho de la noche! Cónchale, no sean así quédense un ratico más!”.- Su hijo veía la hora en su carísimo reloj de pulsera traído de Suiza, como regalo de bodas de su propia esposa, quien insistió: -“Lo siento suegra, pero de verdad no podemos. Será para otro día”.- Mientras le entregaba la chaqueta a su esposo quien permanecía sentado.

La puerta de la casa se abrió para despedirlos. Al cruzar el jardincito de la entrada y llegar hasta la calle, la puerta se cerró nuevamente resignada. Caminaron silenciosos hasta su camioneta nueva. Ella hacia el puesto de piloto como de costumbre. Al activar el seguro automático de las puertas con el control de las llaves, repentinamente aparecieron tres sujetos con las cabezas cubiertas con medias pantys y uno de ellos le metió a ella el cañón de una pistola automática en la boca mientras le susurraba macabramente: -“Dame las llaves o hasta aquí llegaste”.- El esposo amedrentado de igual manera no pudo, tampoco, hacer nada al respecto y los sujetos abordaron su camioneta en segundos. Al tomar apenas el primer respiro, desde el suelo gritó ella en desesperación, mientras se palpaba el golpe con sangre que le habían atestado en la cabeza: -“¡Desgraciados! ¿Es que uno ya ni puede salir a visitar a su familia?”.- A lo que el delincuente que iba al volante llegó a responder mientras arrancaba a toda velocidad: -“Eso era antes mamita. Los tiempos cambian”.

por David Cerqueiro


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